Este lunes, la pulsera azul se soltó. Me ha acompañado día y noche a lo largo de tres años, seis meses y catorce días. Ha vivido conmigo toda la doble titulación en Alemania y otro tanto tiempo de doctorado. Ha viajado conmigo desde los gélidos canales de Estocolmo hasta el impresionante Golden Gate de San Francisco. Sabe lo que me ha hecho feliz y lo que me ha entristecido. En sus nudos se acumulan un montón de experiencias. No me la he quitado hasta que el último hilo que la sujetaba se ha roto por desgaste: ni en ocasiones formales, ni para ir a la playa, ni para dormir, ni en ningún otro momento.
La pulsera estaba doblemente atada: tanto la pulsera en sí como el cordel
El último hilo se rompió al ponerme una chaqueta
Hace una semana, como de costumbre mis zapatos pitaron al pasar el control de seguridad del aeropuerto de Frankfurt. El que me investigó con más detalle me preguntó en tono amable por las pulseras y lo que significaban, a lo que conteste que simbolizaban amistad. La pulsera azul, al igual que las otras, fue un regalo que siempre he estado muy contento de llevar, ya que para mi significa que hay otra persona que me considera su amigo :) Y al igual que las pulseras, guardo con mucha ilusión todas las cosas que me han regalado con ese mismo significado, ya sea una postal, una carta, una planta o, como hoy mismo, un oso redondo :)
Aún le estoy buscando un buen nombre :D
Add new comment