En cuanto enciendo el aire acondicionado, tengo la sensación de ponerme enfermo al momento. Odio las corrientes de aire frío. Sin embargo, esta semana he tenido que dejar de lado esa percepción subjetiva por una observación objetiva: a 40 ºC no se trabaja bien. El compromiso ha sido poner el aire acondicionado a 27 ºC, que es la temperatura que me gustaría tener todo el año. Me sorprende que en general la gente no es constante respecto a su temperatura ideal. Tras largas mediciones y unos cuantos catarros, he llegado a la conclusión que la ley que rige los deseos climáticos del humano medio es la siguiente:
Efectivamente, no tiene sentido
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